La huella ecológica es un indicador del impacto ambiental generado por la demanda humana que se hace de los recursos existentes en los ecosistemas del planeta relacionándola con la capacidad ecológica de la Tierra de regenerar sus recursos. Representa el área de tierra o agua ecológicamente productivos (cultivos, pastos, bosques o ecosistemas acuáticos) (e idealmente también el volumen de aire), necesarios para generar los recursos necesarios y además para asimilar los residuos producidos por cada población determinada de acuerdo a su modo de vida, de forma indefinida».1 La medida puede realizarse a muy diferentes escalas: individuo (la huella ecológica de una persona), poblaciones (la huella ecológica de una ciudad, de una región, de un país,...), comunidades (la huella ecológica de las sociedades agrícolas, de las sociedades industrializadas, etc). El objetivo fundamental de calcular las huellas ecológicas consiste en evaluar el impacto sobre el planeta de un determinado modo o forma de vida y, compararlo con la biocapacidad del planeta. Consecuentemente es un indicador clave para la sostenibilidad.
La ventaja de medir la huella ecológica para entender la apropiación humana está en aprovechar la habilidad para hacer comparaciones. Es posible comparar, por ejemplo, las emisiones producidas al transportar un bien en particular con la energía requerida para el producto sobre la misma escala
La huella ecológica es un indicador desarrollado en 1995, Mathis Wackernagel y William Ress, que nos revela cuál es la cantidad de hectáreas de tierra ecológicamente productiva (cultivos, bosques, ecosistemas) necesaria para producir los recursos que consumimos y para asimilar los residuos que generamos. Su objetivo fundamental consiste en evaluar el impacto sobre el planeta de un determinado modo o forma de vida y, consecuentemente, su grado de sostenibilidad.Aunque el cálculo de la huella ecológica puede resultar bastante complejo, los diversos métodos de estimación se llevan a cabo mediante el análisis de los recursos que una persona consume (alimentos, transporte, vivienda, bienes y servicios) y los residuos que produce. De acuerdo a esto se ha establecido que cada persona en el mundo cuenta con 1,8 hectáreas para producir lo que consume. Sin embargo en la actualidad el consumo medio global por habitante es de 2,23 hectáreas, lo cual sumado a los actuales patrones de crecimiento de la población actual deja en evidencia una grave preocupación, pues estamos consumiendo más recursos y generando más residuos de los que el planeta puede generar y admitir.
Así, los terrenos productivos que se consideran para el cálculo son las que aparecen en la Tabla 1.
Para calcular estas superficies, la metodología se basa en dos aspectos básicos:
- Contabilizar el consumo de las diferentes categorías en unidades físicas.
- Transformar éstos consumos en superficie biológica productiva apropiada a través de índices de productividad.
En el caso de la matriz del área de absorción de CO2 se opera con consumos directamente ya que se dispone de la información.
Tabla 1. Tipos de terrenos productivos para el cálculo de la huella ecológica.
Cultivos
| Superficies con actividad agrícola y que constituyen la tierra más productiva ecológicamente hablando pues es donde hay una mayor producción neta de biomasa utilizable por las comunidades humanas. |
Pastos
| Espacios utilizados para el pastoreo de ganado, y en general considerablemente menos productiva que la agrícola. |
Bosques
| Superficies forestales ya sean naturales o repobladas, pero siempre que se encuentren en explotación. |
Mar productivo
| Superficies marinas en las que existe una producción biológica mínima para que pueda ser aprovechada por la sociedad humana. |
Terreno construido
| Considera las áreas urbanizadas o ocupadas por infraestructuras |
Area de absorción de CO2
| Superficies de bosque necesarias para la absorción de la emisión de CO2 debido al consumo de combustibles fósiles para la producción de energía. |
Los valores de productividad pueden estar referidos a escala global, o bien, se pueden calcular específicamente para un determinado territorio teniendo en cuenta, así, la tecnología usada y el rendimiento de la tierra.
Un elemento complementario es el análisis del conjunto de actividades humanas y las demandas de superficie (huellas ecológicas) asociadas a cada una de ellas. Para ello se pueden establecer las categorías generales de la Tabla 2.
La consideración de estas categorías de actividades nos permite analizar la huella ecológica a partir de los sectores demandantes de superficies, pudiendo evaluar así en que ámbitos puede ser más prioritario incidir.
Tabla 2. Tipología de actividades vinculadas a la huella ecológica
Alimentación
| Superficies necesarias para la producción de alimentación vegetal o animal, incluyendo los costes energéticos asociados a su producción |
Vivienda y servicios
| Superficies demandadas por el sector doméstico y servicios, sea en forma de energía o terrenos ocupados. |
Movilidad y Transportes
| Superficies asociadas al consumo energético y terrenos ocupados por infraestructuras de comunicación y transporte. |
Bienes de consumo
| Superficies necesarias para la producción de bienes de consumo, sea en forma de energía y materias primeras para su producción, o bien terrenos directamente ocupados para la actividad industrial |
La comparación entre los valores de la huella ecológica y la capacidad de carga local permite conocer el nivel de autosuficiencia del ámbito de estudio. Tal y como se indica en la Tabla 3, si el valor de la huella ecológica está por encima de la capacidad de carga local, la región presenta un déficit ecológico. Si, por el contrario, la capacidad de carga es igual o mayor a la huella ecológica, la región es autosuficiente, siempre teniendo en consideración las limitaciones del indicador.
Tabla 3: Comparación entre la Huella Ecológica y la Capacidad de Carga.
Huella Ecológica
|
>
|
Capacidad de Carga
|
La región presenta un
déficit ecológico. |
Huella Ecológica
|
=
|
Capacidad de Carga
|
La región es autosuficiente.
|
En el marco de la sostenibilidad, el objetivo final de una sociedad tendría que ser el de disponer de una huella ecológica que no sobrepasara su capacidad de carga, y por tanto, que el déficit ecológico fuera cero.
A pesar de que la huella ecológica es un indicador que pueda subestima el impacto real de la actividad humana sobre el entorno, y que existe aún importantes limitaciones en relación a su aplicación metodológica y información disponible, hay que destacar las oportunidades que plantea en relación a la estrategia de la sostenibilidad. Hay que destacar entre sus principales potencialidades:
- Agregación y simplificación.
- Visualización de la dependencia ecológica
El progresivo proceso de concentración de la población en sistemas urbanos y globalización de los flujos de materiales y energía dificulta de forma creciente la vinculación por parte de la población del consumo de bienes y energía con el impacto que tienen sobre el medio. La huella ecológica permite definir y visualizar la dependencia de las sociedades humanas respecto al funcionamiento de los ecosistemas del planeta a partir de superficies apropiadas para satisfacer un determinado nivel de consumo. Permite así establecer el área real productiva de la que se está apropiando ecológicamente una determinada comunidad humana, independientemente de que se encuentre más allá de su territorio, distinguiendo así mismo entre las diferentes funciones ecológicas que ejercen los ecosistemas.
- Visualización de la inequidad social
- Monitorización del consumo de recursos
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